Anton Henning llama a su última exposición "Medianoche en París"; por supuesto, el título lo ha tomado prestado de Woody Allen. Claudia Emmert, directora del Museo Zeppelin de Friedrichshafen, que por cierto se encuentra en el único edificio Bauhaus históricamente autentificado de la región del lago de Constanza, subraya con razón en su introducción la coincidencia entre la película de Allen y el proceso de Anton Henning. Por un lado, la presencia de la pintura, declarada muerta con hermosa regularidad desde hace cien años, y por otro, el despertar del modernismo, tal y como tuvo lugar inicialmente en la pintura hasta que Duchamp entró en escena. Pero, ¿cómo reunir estos extremos hoy en día, y cómo hacer frente a las situaciones de instalación expansiva que se han desatado en el Cubo Blanco desde entonces? Anton Henning crea un contramodelo: la exposición y el libro saltan a los inicios y al apogeo del modernismo y reúnen a las vanguardias de la época en un salón cuya secuencia de salas, cronológicamente estricta pero extremadamente condensada, retoma la pauta tradicional de nuestros hábitos de interpretación y visión: En la primera sala, el pesado patetismo de los primeros tiempos: Wagner flota en el aire, pero un pequeño retrato en el cuadro muestra ya al jefe forestal Adolf Hitler, tal y como lo conocemos por "Auf den Marmorklippen" de Ernst Jünger; si se quiere, también se puede reconocer en el retrato al joven Heidegger, quien, tras el vergonzosamente breve Reich de los Mil Años, posó entonces como el ermitaño de Todtnauberg con gorro puntiagudo y habló a los lectores del SPIEGEL: "Sólo un dios puede salvarnos". Finalmente, el modernismo fue imparable en su marcha triunfal, como demuestra la segunda sala de Anton Henning, en la que las formas bailan un boogie y el artista-sujeto despega una vez más hacia alturas insospechadas. Y la tercera sala ya es visible y está presente a través de una "ventana" en la pared frontal, exudando el tentador resplandor de una nueva mañana que se asemeja a nuestro aquí y ahora. Ahora, por fin, todas las formas han sido clarificadas, procesadas y reelaboradas histórica y funcionalmente, de modo que el lema sigue siendo: "todo vale"; por eso la habitación, finalmente puesta en patrón, debe mantener unido lo que el contemporáneo cree saber por su propia experiencia como mise en abyme de su vida.
Exposición:
Museo Zeppelin Friedrichshafen, 26/7/2015-10/1/2016